¡CÓMO ME HE EMOCIONADO!

¡CÓMO ME HE EMOCIONADO!

“En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre”

Cuarto domingo de adviento. Peregrinos de esperanza, seguimos en camino; camino que lleva -y trae- a Dios. Camino que nos lleva y acerca a los hombres de este mundo con los que compartimos vida.

El evangelio de hoy nos dice que María, sabedora por el anuncio del ángel del estado de su prima Isabel, “se levantó y se puso en camino deprisa hacia la montaña”. Ese “ponerse en camino” llevó hasta Isabel, que ayudada por el Espíritu Santo supo vislumbrarle presente en el seno de María, el abrazo de Dios.

El abrazo de Dios a la humanidad, que se va gestando en el seno de María, se hace concreto en el abrazo de ésta a su prima Isabel.

Fruto del saludo de María, manifiesta Isabel, que “la criatura que llevaba en su vientre salto de alegría”. Esto me ha llevado a pensar en la infinidad de ocasiones en que, sin llevar una criatura en el vientre, el corazón “ha dado un brinco” o “se ha encogido” de emoción. Prácticamente todas ellas me han hablado de la presencia de Dios; un Dios ternura, compañía, caricia, abrazo, perdón, sorpresa…

Y, prácticamente también, todas ellas fruto de personas que se han levantado y se han puesto en camino; que han salido de sí para darse y en ese darse nos han mostrado el rostro de Dios que es amor.

Te invito a repensar qué palabras, gestos, personas, situaciones, canciones… te han emocionado, han hecho “saltar” tu corazón. Entiendo que son pistas para el encuentro con Dios. Son, también, orientaciones -si decidimos levantarnos y ponernos en camino- para hacernos portadores del Dios que se encarnó.

Te doy gracias, Señor Jesús, por tu Palabra de vida este domingo cuarto de Adviento. Es el encuentro de María e Isabel que rebosa todo él de sana alegría para cuantos creemos en ti. “Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor, se cumplirá”. Son las palabras de Isabel a María, que valen también para nosotros: “Dichosos los que crean sin haber visto”.

María, que ha dicho sí al anuncio del ángel para concebir y dar a luz al Hijo de Dios, acude presurosa por las montañas de Judea para ayudar a Isabel, su pariente que ya está de seis meses la que llamaban estéril. El encuentro está lleno de gozo y nos invita a la alegría de Navidad. Por eso, Señor Jesús, nos agrada leer hoy este evangelio. “María saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre, se llenó de Espíritu Santo y exclamó: ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre’”. Son palabras que rezamos en el Ave María. Te pedimos, Madre de Dios y Madre nuestra, que, al rezarlas con la gracia del Espíritu Santo, nos acordemos de este momento y participemos también del gozo interior de aquel encuentro.

El texto no puede ser más explícito: la presencia de María con Jesús en sus entrañas provoca una explosión de alegría que llega incluso al niño que lleva Isabel en su seno. Ayúdanos, Señor, a creer en esta gran verdad: que tú, en unión con tu Madre, la Virgen María, eres fuente de alegría para cuantos creemos en ti. Enséñanos a comunicar a los demás la alegría que nos viene de ti. Que así sea.

Amén.

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

  1. «Dichosa tú que has creído”. ¿En qué sentido la fe puede ayudarnos a ser más felices?
  2. “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. El evangelio de hoy es un canto a la vida que nace. ¿Cómo puede ayudar este mensaje a las madres para engendrar con alegría una nueva vida?
  3. “La criatura saltó de alegría en mi vientre”. Está claro que el bien y la alegría se comunican entre las personas que lo comparten: “Quien tiene una sonrisa sincera en el rostro, tiene a Dios en su corazón”. Además de la sonrisa ¿qué otros medios son buenos para compartir la alegría?