Jueves Santo -S. SANTA 2024-

Evangelio del día

Lectura del Santo Evangelio según san Juan

(13, 1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y este le dice:
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».

Jesús le replicó:
«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».

Pedro le dice:
«No me lavarás los pies jamás».

Jesús le contestó:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo».

Simón Pedro le dice:
«Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».

Jesús le dice:
«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

Palabra de Dios.

Reflexión

¿Alguna vez te has despedido de alguien por última vez?

¿Cómo te sentiste?

¿Qué hiciste de especial?

Oración para el Jueves Santo

Señor Jesús, hoy es un día muy especial en nuestro calendario litúrgico.

No es día para estaciones del Vía Crucis.

Es día para acompañarte en el Cenáculo, en aquella última Cena que quisiste celebrar con tus discípulos. De hecho, la misa del Jueves Santo tiene por nombre “Misa vespertina de la Cena del Señor”.

Se trata de hacer presente entre nosotros aquella última Cena.

¿Qué ocurrió para ser tan importante?

Tres cosas muy importantes en la vida de la Iglesia y en la vida de todo cristiano: la institución de la Eucaristía, la institución del sacerdocio y la promulgación del mandamiento nuevo del amor fraterno.

Institución de la Eucaristía: gracias, Jesús, porque inventaste el modo más sencillo y humilde de quedarte para siempre entre nosotros. Cogiste el pan y dijiste: “Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros”. Y después con el cáliz de vino: “Este es el cáliz de mi sangre que será derramada por vosotros y por muchos”. Cierto, Señor Jesús, se requiere un acto de fe para creer y aceptar este misterio. De alguna manera nos preparaste en tu evangelio cuando nos dices: Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron del maná y murieron. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 48-51). Cuando le cuestionan que esto sea posible, añade: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida… El que coma este pan vivirá para siempre” (Jn 6, 54-55. 59). Gracias, Señor Jesús, por haber cumplido tu palabra: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20). Hoy es un día muy especial para estar contigo junto al sagrario, en tu presencia eucarística.

Institución del Sacerdocio: inmediatamente después de instituir la Eucaristía y para perpetuar tu presencia entre nosotros a lo largo de los siglos, instituiste el sacerdocio con estas palabras: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19). Por eso hemos orado en la misa Crismal por los sacerdotes. Y los sacerdotes hemos renovado, con preguntas del Sr. Obispo, las promesas sacerdotales. La misión de los sacerdotes es prolongar en el tiempo y en el espacio tu misma misión: “Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan a tus hijos el banquete pascual, preceden a tu pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con los sacramentos. Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y han de darte testimonio constante de fidelidad y amor” (Prefacio de la misa Crismal).

Mandamiento del amor fraterno: en ese ambiente de confianza que fue la última cena, nos diste, Señor Jesús, tu mandamiento del amor fraterno: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13, 34-35). Queremos tomarnos en serio, Señor Jesús, estas palabras tan importantes. Puesto que es el primer fruto del Espíritu de Dios en nosotros –amor, alegría, paz…- pidamos con confianza y perseverancia estos frutos del Espíritu para vivir el mandamiento del amor.

Amen.