DOMINGO 21 DE ABRIL -PASCUA 2024-

¡JESÚS RESUCITÓ!

¡ÉL VIVE HOY!

Lectura del santo Evangelio según San Juan 10, 11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús:

«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.

Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

Palabra de Dios.

Oración

Señor Jesús, en este domingo cuarto de Pascua leemos el evangelio del Buen Pastor. Son palabras salidas de tu boca que tienen una clara resonancia de los profetas del Antiguo Testamento. Ellos criticaban a los dirigentes del pueblo de Israel como malos pastores que buscaban su propio bien en lugar de buscar el bien de las ovejas. Tú, Señor Jesús, te presentas en el evangelio de hoy como el Buen Pastor: “Yo soy el Buen Pastor que conozco a mis ovejas y las mías me conocen”. Sí, nos conoces a cada uno de nosotros “igual que el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre”. Es decir: con un conocimiento que entraña mucho amor y mucho interés por nuestro bien, “le importan mucho las ovejas”. Te importa mucho nuestra vida, porque nos quieres y quieres nuestro bien.

Tú eres el Buen Pastor y nos amas hasta el punto de dar tu vida por nosotros. “Yo doy mi vida por las ovejas”. Es tu rasgo más característico, porque no sólo lo has dicho, sino que sobre todo lo has hecho. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). Gracias, Jesús, porque tu amor ha llegado hasta el extremo: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1).

Precisamente por ser el evangelio del Buen Pastor, quiere la Iglesia que este día sea una jornada especial de oración por las vocaciones. Por eso nos unimos hoy a toda la Iglesia para pedir juntos por esta intención que nos afecta a todos, cada uno con su vocación y misión propia en la vida. Y lo hacemos con esta Oración.

Padre, ayúdanos a hacer tu voluntad cada día, en cada momento. Que no nos cansemos nunca de buscar lo que quieres de nosotros, para que todos, con alegría, nos sepamos discípulos tuyos.

Que todos, con generosidad, nos sintamos misioneros, enviados a llevarte allí donde tú deseas que vivamos nuestra fe.

Que no falten nunca jóvenes que, reconociendo tu llamada, digan, sin miedo: «Hágase tu voluntad»; y que tu Madre, María, nos fortalezca en nuestro compromiso contigo y con la Iglesia.

Amén.

ÉL SIGUE VIVO ENTRE NOSOTROS

PRUEBA DE ELLO...

Andrés Galán Sancho

Andrés tiene 20 años y es seminarista de la parroquia de San Pedro de la Fuente; dónde desde pequeño ha colaborado de forma activa en diversos grupos como monaguillo, catequista y jóvenes.

Actualmente está ayudando en la parroquia del Salvador (Capiscol) en el Arciprestazgo de Gamonal.

Lleva 7 años en el seminario. Estudia 3º de Teología.

En este tiempo de Pascua en la que celebramos la Resurrección de Jesús, dinos si Jesús es para ti alguien que vive y te relacionas con él. ¿Quién es Jesús para ti?

Jesús para mí es una persona que está más vivo que nunca, alguien en quien confío, a quien puedo contarle mis alegrías, preocupaciones. Rezando es la manera mejor en la que me relaciono con él, dedicando largos ratos a la oración, a la lectura espiritual…

¿En qué momentos y cómo se manifiesta esa relación con Jesús en tu vida?

Está en todo lo que hago cada día, procuro siempre tener su presencia en mi día a día, en cada pequeña acción que haga y en cada persona que se me acerca, pero sobre todo le veo en la oración, esos ratos en los que estamos él y yo son lo que me ayuda a afrontar cada día, cada situación, cada problema, todo; es el que sostiene mi vida.

¿Qué consecuencias tiene en tu vida esta fe o creencia en Jesús que vive?

Las consecuencias de mi fe son una alegría inmensa de saber que está Jesús tan vivo como lo estuvo cuando habitó en la tierra, el saber que él está en el sagrario y me quiere, me escucha, me entiende y me espera, me ayuda a perseverar en mi fe, en mi vida, en mis relaciones con los demás, en mi oración, en mis estudios y en cada cosa de cada día.

¿Qué le dirías a uno que no cree en esta verdad de fe: no cree que Jesús, como hombre que fue igual que nosotros, resucitó y vive?

Le diría que hay que “dejarse hacer”; muchas veces pretendemos hacer la cosas por nuestra cuenta, sabiendo que todo depende simplemente de nuestras fuerzas y de que todo lo controlamos nosotros; pero el creer que Cristo vive y está en mí, me ayuda a poder llevar esa alegría de la resurrección y soy mucho más feliz desde que sé que Jesús está vivo y que me ama y me quiere; y eso a mí me da la vida.

DOMINGO 14 DE ABRIL -PASCUA 2024-

¡JESÚS RESUCITÓ!

¡ÉL VIVE HOY!

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».

Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?»

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.

Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo:
«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Palabra de Dios.

Oración

Señor Jesús, tú nos has dicho: “Sabed que yo estoy siempre con vosotros hasta el final de los tiempos”. Cierto, estás con nosotros. Y nos acompañas siempre. A veces no nos damos cuenta como les pasó a los dos discípulos de Emaús. Algo especial les habías despertado en su corazón al escuchar tu palabra a lo largo del camino. También en nosotros, cuando escuchamos tus palabras del evangelio con fe, suscitas el vivo deseo de encontrarte. Como dice hoy el evangelio, te reconocieron al partir el pan. Aviva nuestra fe para que, cuando te recibimos en la comunión, te reconozcamos como el Resucitado que sale a nuestro encuentro.

Nos alegra al escuchar tu voz en el evangelio: “Paz a vosotros”. Y también en la celebración de la eucaristía: “La paz os dejo, mi paz os doy… La paz sea con vosotros”. Es el don de Dios que tanto necesitamos: paz en el interior de nosotros mismos, paz en el seno de nuestras familias, paz en nuestra convivencia social, paz y no guerra entre los diferentes países del mundo. Cuando naciste en Belén, se oyó el canto de los ángeles que decían: “Paz en la tierra a los hombres que Dios ama”. Y cuando resucitaste de entre los muertos, nos diste y nos sigues dando el saludo de paz: “Paz a vosotros”.

Señor Jesús, tú quisiste mostrar a tus discípulos las manos y los pies con las heridas de tu pasión y tu muerte para decirnos bien claro que tu Cuerpo Resucitado no es un fantasma, un espíritu. Es tu mismo Cuerpo que fue crucificado y depositado en el sepulcro, pero en estado glorioso, con el poder de Dios para hacerse presente en la comunidad de discípulos.

Ayúdanos, Señor, a ser testigos de esta verdad de nuestra fe que es tu Resurrección. “Vosotros sois testigos de esto”, nos dices hoy al final del evangelio. Con la ayuda de tu Espíritu seremos tus testigos en el mundo si vivimos con alegría nuestra vida. Y seremos tus testigos si pasamos por la vida haciendo el bien como tú. Contamos con tu ayuda.

Amén.

ÉL SIGUE VIVO ENTRE NOSOTROS

PRUEBA DE ELLO...

Isabel Vique Sánchez

Isabel (Sori) es Teatina; comunidad religiosa enclavada en el Barrio San Pedro de la Fuente desde hace 11 años.

Vive en la Residencia Úrsula Benincasa dónde esta congregación tiene escuela infantil y residencia de estudiantes.

Aunque ha estado destinada en Burgos durante tres etapas; actualmente lleva en la ciudad tres años.

Su comunidad está vinculada a la parroquia de San Lesmes Abad; que recientemente ha cumplido 45 años de servicio.

A nivel diocesano colabora con la Delegación de Juventud y es integrante del coro PEDAL (Potente Equipo de Animación Litúrgica).

Pascua 'Pre- San Lesmes'.

En este tiempo de Pascua en la que celebramos la Resurrección de Jesús, dinos si Jesús es para ti alguien que vive y te relacionas con él. ¿Quién es Jesús para ti?

Jesús es referente de vida, acompañante, modelo…

Con un lenguaje musical digo que es como el sostenido en una nota musical: “sostiene mi vida y pone todo lo que me falta”.

Es cierto que como religiosa que soy (Religiosa Teatina) hice mis votos, vivo en comunidad, desempeño unas tareas… Pero siempre mirando a Cristo puedo descubrir qué me enseña, qué me falta, qué me pide… Y en mis espacios y oración puedo ir percibiendo por dónde me lleva.

¿En qué momentos y cómo se manifiesta esa relación con Jesús en tu vida?

Se manifiesta en mi relación diaria con mi comunidad, con la gente que trató cada día, en las decisiones que debo tomar, en la manera de hacer y decidir creo que se debe notar desde donde vivo y como vivo.

¿Qué consecuencias tiene en tu vida esta fe o creencia en Jesús que vive?

En primer lugar que debo vivir como religiosa y persona que he sido elegida para vivir entregada a Él y a su tarea.

Tengo que hablar de Él con mi vida, con mis actos, con mis palabras.

¿Qué le dirías a uno que no cree en esta verdad de fe: no cree que Jesús, como hombre que fue igual que nosotros, resucitó y vive?

Primero tendré que hablarle de quién es ese Jesús y que significa su vida para mí y desde ahí ayudarle a descubrirle, conocerle y quererle… luego puede o no llegar a descubrir que puede ser ese acompañante que siempre va con el…. Y habrá que acompañar su proceso.

DOMINGO 7 DE ABRIL -PASCUA 2024-

¡JESÚS RESUCITÓ!

¡ÉL VIVE HOY!

Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra de Dios.

Oración

Señor Jesús, a los ocho días de la Pascua, seguimos celebrando el gran acontecimiento de nuestra fe: que tú has resucitado y vives entre nosotros. Gracias, Jesús, porque has querido hacerte presente y visible en medio de tus discípulos cuando estaban reunidos con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Gracias porque les has enseñado las manos y el costado para que se convencieran de que eres tú mismo en persona, el crucificado que has resucitado. Gracias porque el saludo de paz que les repites hasta tres veces en el evangelio de hoy, es también para nosotros: “Paz a vosotros”. Y nos haces partícipes de tu misión en el mundo: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo… Recibid el Espíritu Santo”.

Gracias, Señor Jesús, porque, a través del apóstol Tomás, nos haces una amable corrección que nos hace mucho bien: “No seas incrédulo, sino creyente”. Y nos alegra estar comprendidos en la bienaventuranza: “Bienaventurados los que crean sin haber visto”. Gracias, Señor Jesús, porque tus palabras del evangelio han sido escritas “para que creamos que tú eres el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengamos vida en tu nombre”.

Nos alegramos, Jesús, porque “esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe”. Nos alegramos también de formar parte de una comunidad cristiana como la primera comunidad de la Iglesia “que lo tenían todo en común y distribuía a cada uno según su necesidad”.

Hoy, domingo de la misericordia, “damos gracias a Dios porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.

Amén.

ÉL SIGUE VIVO ENTRE NOSOTROS

PRUEBA DE ELLO...

Ana Vicario López

Ana es nacida en el barrio y tiene formada una familia con dos hijos de 18 y 22 años.

Pertenece a la Parroquia de San Pedro de la Fuente donde es catequista de niños del Despertar, voluntaria de Cáritas Parroquial y miembro del Consejo Pastoral Parroquial.

Fuera de la parroquia, tiene el cargo de Presidenta de Cáritas a nivel del Arciprestazgo del Vena.

En este tiempo de Pascua en la que celebramos la Resurrección de Jesús, dinos si Jesús es para ti alguien que vive y te relacionas con él. ¿Quién es Jesús para ti?

Por supuesto que está vivo, vive dentro de mí y en los demás, sean creyentes o no; para mí Él está en mí día a día en muchos aspectos.

Él es mi hermano, al que pido consejo cuando lo necesito. Él es mi amigo, en el que puedo confiar y contarle mis alegrías, penas, inquietudes… Él es la luz, que me guía en el día a día y me alumbra para que no me salga del camino. Y sobre todo Él es perdón, el que encuentro cuando me equivoco, que no son pocas veces.

¿En qué momentos y cómo se manifiesta esa relación con Jesús en tu vida?

Esa relación con Él no solamente la tengo cuando acudo a la Iglesia, ni cuando le rezo…, sino en muchos momentos:

– En mi día a día, en mi relación con mis hijos, con mi familia, con los compañeros del trabajo, con mis amistades….

– Desde mi voluntariado en Cáritas, que cuando tengo frente a mí al necesitado.

– Con mis peques de catequesis, a los que intento mostrar a Jesús como yo le veo, alguien muy cercano a nosotros.

En todos esos momentos se me manifiesta de diferentes maneras, en diferentes rostros y con sus diferentes necesidades.

¿Qué consecuencias tiene en tu vida esta fe o creencia en Jesús que vive?

Estoy segura, que todos en algún momento hemos tenido momentos difíciles en nuestra vida, en el que nos hemos podido cuestionar lo que me preguntas.

Yo en parte lo tuve; cuestioné si mi forma de vivir mi fe era la correcta, pero lo que no me cuestioné en ese momento fue a Jesús. Él es el que me dio fuerzas para seguir adelante.

Y en la actualidad estoy totalmente segura de como vivo mi fe y que Jesús es mi aliento del día a día.

¿Qué le dirías a uno que no cree en esta verdad de fe: no cree que Jesús, como hombre que fue igual que nosotros, resucitó y vive?

Una de las cosas que me ha enseñado ser voluntaria de Cáritas y que tengo totalmente claro, que lo primero es tener respeto hacia esa persona, bien por su cultura, su creencia, su forma de vivir la fe o de no vivirla. 

Pero les diría: Dios nos mandó a su Hijo, para que viviese como nosotros, para que padeciese, para que se sacrificase y muriese por nosotros.

Jesús murió para salvarnos y resucitó para cada uno de nosotros, Él está ahí, no nos abandona, cualquier momento es bueno para ir hacia Él, cuando quieras dar ese paso, Él te acogerá.

CALENDARIO DE PASCUA -2024-

¡CRISTO RESUCITÓ!

y

SIGUE VIVO ENTRE NOSOTROS

El Papa Francisco, después del Sínodo dedicado a los jóvenes en el 2018, escribió la Exhortación Apostólica “VIVE CRISTO, ESPERANZA NUESTRA”.

Son las dos palabras con las que comienza esta carta. Y dice en los nº 1-2: “Las primeras palabras que quiero decir a cada uno de los jóvenes cristianos son: ‘¡Cristo vive y te quiere vivo!’. Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas tocado por la tristeza, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza”.

Es la verdad fundamental de nuestra fe. Así lo dice San Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también nuestra fe… Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto” (1Cor 15, 14.20). Es decir, Cristo ha resucitado primero y es garantía de que también nosotros resucitaremos.

Siendo verdad que Cristo ha resucitado, nuestra fe cristiana se fundamenta en la victoria de la vida sobre la muerte, del bien sobre el mal, de la verdad sobre la mentira, del gozo y la esperanza sobre la tristeza y la desesperanza.

Este tiempo de Pascua queremos hacerte partícipe de la alegría pascual a través del testimonio de unas personas que viven y comparten su vida de fe entre nosotros.

Cada semana de Pascua una persona aparecerá en nuestra página para testimoniar su fe. Deseamos que lo disfrutes con nosotros.

Abril

Domingo

07

II Domingo de Pascua

Domingo

14

III Domingo de Pascua

Domingo

21

IV Domingo de Pascua

Domingo

28

V Domingo de Pascua

Mayo

Domingo

05

VI Domingo de Pascua

Domingo

12

VII Domingo de Pascua

Domingo

19

Solemnidad de Pentecostés

Domingo de Resurrección -S. SANTA 2024-

Evangelio del día

Lectura del Santo Evangelio según san Juan

(20, 1-9)

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Palabra de Dios.

Reflexión

María Magdalena se acercaba al sepulcro para verlo, para visitarlo al igual que nosotros visitamos los sepulcros tras la muerte reciente de un familiar, para recordarlo y revivir todos los momentos que pasamos junto a él.

¿Al igual que ella corro presuroso al encuentro con Jesús?

Echa la vista atrás y reconoce un momento de tu vida en el que pasaste por las tinieblas con mucho dolor y sufrimiento; pero pasaste y llegaste a la Vida: la Vida de la Resurrección.

¡JESÚS HA RESUCITADO!

¡FELIZ PASCUA PARA TODOS!

¡ÉL ESTA VIVO!

A lo largo de esta Semana Santa hemos seguido los 14 pasos de tu Vía Crucis hasta quedar tu cuerpo depositado en el sepulcro.

Pero nuestra fe nos dice que tu historia no acaba en la muerte.

Hay un paso más que bien puede ser la 15ª estación: “Jesús resucita de entre los muertos”.

Señor Jesús resucitado, hoy celebramos en domingo de Pascua de Resurrección.

Al amanecer del tercer día después de tu muerte, el primer día de la semana, las mujeres, entre ellas María Magdalena, fueron al sepulcro, y encontraron corrida la piedra de entrada. Escucharon el mensaje: “No está aquí, ha resucitado”.

Después de comunicarlo a los apóstoles, Pedro y Juan comprobaron que el sepulcro estaba vacío. Y como dice el mismo San Juan en su evangelio: “Vio y creyó”. ¿Qué vio y qué creyó?

Esta es la pregunta que merece la pena responder en el evangelio de hoy. Vio los lienzos de tela que habían envuelto tu cuerpo muerto, tendidos sobre el suelo. Y creyó que se había cumplido tu palabra: que habías de resucitar de entre los muertos. Por tanto, el apóstol Juan afirma que, al ver el sepulcro vacío, creyó de verdad que tú, Jesús, habías resucitado.

Y a partir de entonces los apóstoles fueron testigos de tu presencia como resucitado. Y te vieron repetidas veces con tu mismo cuerpo, pero en estado glorioso y resucitado. Amor, alegría, paz… son frutos del Espíritu en el corazón de aquellos primeros testigos y de todos los que creemos en la verdad de Jesús Resucitado.

“Oh Dios, que en este día, vencida la muerte, nos has abierto las puertas de la eternidad por medio de tu Hijo Unigénito, concede, a quienes celebramos hoy la solemnidad de la Resurrección del Señor Jesús, que, renovados por tu Espíritu, resucitemos a la luz de la vida”. Amén.

Sábado Santo -S. SANTA 2024-

Evangelio del día

Lectura del Santo Evangelio según san Marcos

(16, 1-7)

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
– «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?»

Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande.

Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo:

– «No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron.

Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo.»

Palabra de Dios.

Reflexión

Estamos a la espera, guardemos silencio.

Dios hoy, nos vuelve a llamar, viene a buscarnos y quiere encontrarse con nosotros en nuestras heridas y fragilidades, allí donde la oscuridad reina.

Después de la muerte de Jesús en la cruz (12ª estación), dos estaciones más.

“José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, con aromas de mirra y áloe para la sepultura.” (Jn 19, 38-39).

Ellos hicieron la no fácil tarea de bajar el cuerpo de la cruz. Y aunque no lo dicen los evangelios, la tradición nos ha transmitido con toda justicia la verdad incuestionable de que tu cuerpo fue acogido ante todo en los brazos de tu Madre María. Este hecho ha pasado a la historia en esa imagen que todos tenemos en la mente y en el corazón: la Piedad. Hoy queremos acompañar a tu Madre en este paso de la Piedad y decirla de verdad que, gracias a tus palabras en la cruz –“Mujer, ahí tienes a tu hijo”– es también Madre nuestra. Gracias, Jesús por haber entregado tu vida por nosotros. Gracias, María, porque nos amas como a hijos tuyos.

Señor Jesús, hoy sábado es día de silencio y de acompañar en la soledad a tu Madre, la Virgen María, que sufrió tu muerte al pie de la cruz y acogió tu cuerpo en sus brazos de madre.

Este gesto de amor con el cuerpo de Jesús muerto, lo describe perfectamente el evangelio de San Juan: “Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbre a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y, como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.” (Jn 19, 40-42).

Ahora, en la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, se puede entrar hasta el mismo recinto en dónde fue depositado el cuerpo de Jesús. Ante Jesús muerto y malherido, queremos hoy hacerte esta oración:

No me mueve, mi Dios, para quererte/ el cielo que me tienes prometido;/ ni me mueve el infierno tan temido/ para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte/ clavado en esa cruz y escarnecido;/ muéveme el ver tu cuerpo tan herido;/ muévanme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera/ que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,/y, aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera;/ pues, aunque lo espero, no esperara,/ lo mismo que te quiero, te quisiera. Amén.

Junto a estos versos entrañables de dolor y de amor, queremos afirmar nuestra esperanza de que la muerte de Jesús no acaba en el sepulcro, sino en la resurrección. Nos espera la aurora de Pascua para escuchar con gozo el anuncio: “No está aquí, ha resucitado”.

Viernes Santo -S. SANTA 2024-

Evangelio del día

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan

(18, 1 — 19, 42)

Cronista:
En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?».

C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno».

C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy».

C. Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?».

C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno».

C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a estos».

C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».

C. La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo».

Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?».

C. Él dijo:
S. «No lo soy».

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho».

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?».

C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?».

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

C. Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?».

C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy».

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo en el huerto con él?».

C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?».

C. Le contestaron:
S. «Si este no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos».

C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley».

C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie».

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».

C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?».

C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?».

C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí».

C. Pilato le dijo:
S. «Entonces, ¿tú eres rey?».

C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?».

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».

C. Volvieron a gritar:
S. «A ese no, a Barrabás».

C. El tal Barrabás era un bandido.

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «Salve, rey de los judíos!».

C. Y le daban bofetadas.

Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa».

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. «He aquí al hombre».

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «Crucifícalo, crucifícalo!».

C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él».

C. Los judíos le contestaron:
S. «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios».

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más. Entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?».

C. Pero Jesús no le dio respuesta.

Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?».

C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor».

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ese, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César».

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo “Gábbata”). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía.

Y dijo Pilato a los judíos:
S. «He aquí a vuestro rey».

C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!».

C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?».

C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César».

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

C. Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice “Gólgota”), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, e! Nazareno, el rey de los judíos».

Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego.

Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No escribas “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: soy el rey de los judíos”».

C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está».

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca».

C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados.

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo».

C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre».

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

C. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
+ «Tengo sed».

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido».

C. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

[Todos se arrodillan, y se hace una pausa.]

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura:
«No le quebrarán un hueso»;
y en otro lugar la Escritura dice:
«Mirarán al que traspasaron».

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra de Dios.

Reflexión

  1. ¿Cómo entiendes y cómo sientes que “en la cruz se encuentra la vida y la felicidad”? ¿Qué puede significar en tu vida?
  2. ¿Has sufrido alguna vez por amor?
  3. Jesús entrega su vida por cada uno de nosotros, entrega su vida por ti. ¿En qué te afecta esta realidad de fe?

Hoy, Viernes Santo, es el día en que celebramos la muerte de Jesús, momento cumbre en la historia de nuestra fe: tu pasión y tu muerte en cruz.

Coincide con la 12ª estación de nuestro Vía Crucis.

En el momento previo a la muerte, Jesús pronunció palabras que conmovieron a alguno de los presentes como al Centurión romano. “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”, “En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso”, “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, “Tengo sed”, “Todo está cumplido”.

A continuación, dice el Evangelio de San Lucas: “Era como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Jesús, clamando con voz potente, dijo: ‘Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu’. Y dicho esto, expiró” (Lc 23, 44-46). 

Si lo pensamos un poquito, no puede menos que asombrarnos.

Tú que pasaste por la vida haciendo el bien, fuiste condenado a muerte como un malhechor.

Por eso nuestra celebración de esta tarde se llama “Celebración de la Pasión del Señor”. Y requiere hondo silencio y profunda contemplación.

Contemplación de Pasión y Muerte a la luz del evangelio de San Juan; y contemplación de tu Cruz, para adorar el signo de la Cruz que nos identifica como cristianos.

¡Qué importante escuchar tus palabras al pie de la cruz!

Cada una de esas siete palabras encierra un gran misterio y una inmensa lección.

Hoy nos unimos a estas palabras de Jesús antes de morir. Y hacemos nuestra la oración con la que concluye la celebración de esta tarde: “Dios todopoderoso y eterno, que nos has renovado con la gloriosa muerte y resurrección de tu Hijo, continúa realizando en este misterio, la obra de tu misericordia, para que vivamos siempre entregados a ti. Por Jesucristo, nuestro señor. Amén.

Jueves Santo -S. SANTA 2024-

Evangelio del día

Lectura del Santo Evangelio según san Juan

(13, 1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y este le dice:
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».

Jesús le replicó:
«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».

Pedro le dice:
«No me lavarás los pies jamás».

Jesús le contestó:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo».

Simón Pedro le dice:
«Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».

Jesús le dice:
«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

Palabra de Dios.

Reflexión

¿Alguna vez te has despedido de alguien por última vez?

¿Cómo te sentiste?

¿Qué hiciste de especial?

Oración para el Jueves Santo

Señor Jesús, hoy es un día muy especial en nuestro calendario litúrgico.

No es día para estaciones del Vía Crucis.

Es día para acompañarte en el Cenáculo, en aquella última Cena que quisiste celebrar con tus discípulos. De hecho, la misa del Jueves Santo tiene por nombre “Misa vespertina de la Cena del Señor”.

Se trata de hacer presente entre nosotros aquella última Cena.

¿Qué ocurrió para ser tan importante?

Tres cosas muy importantes en la vida de la Iglesia y en la vida de todo cristiano: la institución de la Eucaristía, la institución del sacerdocio y la promulgación del mandamiento nuevo del amor fraterno.

Institución de la Eucaristía: gracias, Jesús, porque inventaste el modo más sencillo y humilde de quedarte para siempre entre nosotros. Cogiste el pan y dijiste: “Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros”. Y después con el cáliz de vino: “Este es el cáliz de mi sangre que será derramada por vosotros y por muchos”. Cierto, Señor Jesús, se requiere un acto de fe para creer y aceptar este misterio. De alguna manera nos preparaste en tu evangelio cuando nos dices: Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron del maná y murieron. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 48-51). Cuando le cuestionan que esto sea posible, añade: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida… El que coma este pan vivirá para siempre” (Jn 6, 54-55. 59). Gracias, Señor Jesús, por haber cumplido tu palabra: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20). Hoy es un día muy especial para estar contigo junto al sagrario, en tu presencia eucarística.

Institución del Sacerdocio: inmediatamente después de instituir la Eucaristía y para perpetuar tu presencia entre nosotros a lo largo de los siglos, instituiste el sacerdocio con estas palabras: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19). Por eso hemos orado en la misa Crismal por los sacerdotes. Y los sacerdotes hemos renovado, con preguntas del Sr. Obispo, las promesas sacerdotales. La misión de los sacerdotes es prolongar en el tiempo y en el espacio tu misma misión: “Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan a tus hijos el banquete pascual, preceden a tu pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con los sacramentos. Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y han de darte testimonio constante de fidelidad y amor” (Prefacio de la misa Crismal).

Mandamiento del amor fraterno: en ese ambiente de confianza que fue la última cena, nos diste, Señor Jesús, tu mandamiento del amor fraterno: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13, 34-35). Queremos tomarnos en serio, Señor Jesús, estas palabras tan importantes. Puesto que es el primer fruto del Espíritu de Dios en nosotros –amor, alegría, paz…- pidamos con confianza y perseverancia estos frutos del Espíritu para vivir el mandamiento del amor.

Amen.

Miércoles Santo -S. SANTA 2024-

Evangelio del día

Lectura del Santo Evangelio según san Mateo

(26, 14-25)

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
«¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?».

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».

Él contestó:
«Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle:
“El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».

Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?».

Él respondió:
«El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
«¿Soy yo acaso, Maestro?».

Él respondió:
«Tú lo has dicho».

Palabra de Dios.

Reflexión

Es triste que muchos no sepan valorar la amistad, ni de Jesús, ni de aquellos con los que comparten su vida: padres, hermanos, compañeros…

Con Jesús siempre tenemos la posibilidad de “volver”, de reencontrarnos, de pedirle perdón…

Uno de los valores fundamentales del cristiano es la amistad.

No le dejemos solo en esta Semana Santa. Él nos concede siempre una nueva oportunidad.

¡Esa es nuestra gran suerte!

Mostrémosle que verdaderamente lo tenemos como amigo.

Hoy, miércoles santo, vamos a hacer el comentario y oración de las estaciones 9ª, 10ª y 11ª.

“Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: ‘Seguro, tú también eres de ellos, tu acento te delata’. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo: ‘No conozco a ese hombre’. Y enseguida cantó el gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: ‘Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces’. Y saliendo fuera, lloró amargamente”. (Mt 26, 73-75).

A Jesús le pesaba el odio de escribas y sacerdotes, la pesaba la ingratitud del pueblo que ahora olvidaba su anterior entusiasmo; pero sobre todo le pesaba más la deserción de sus discípulos, las negaciones de Pedro, el aparente abandono de Dios: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”

Sus repetidas caídas muestran su debilidad humana y sanan la nuestra. Nunca hay causa suficiente para darse por vencido y abandonarse a la desesperanza.

Una mirada a Jesús caído por tercera vez, una mirada de Jesús nos puede cambiar como a Pedro. Nunca es tarde para el arrepentimiento.

Señor Jesús, tú nos conoces mejor que nosotros mismos. Conoces nuestras debilidades y el riesgo de caer en la desesperanza. Ten piedad de nosotros. Y, como el Padre misericordioso de la parábola “El hijo pródigo”, nos das el abrazo del reencuentro, lleno de ternura y compasión.

“Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: ‘No la rasguemos, sino echémosla a suertes, a ver a quien le toca. Así se cumplió la Escritura: ‘Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica’” (Jn 19, 23-24).

Se despojó de su categoría divina y se hizo hombre igual en todo a nosotros, menos en el pecado. Renunció a honores, grandeza y riquezas; y nació humildemente en Belén. No tenía dónde reclinar su cabeza. Como muestra de su despojo total, al pie de la cruz, se reparten sus vestidos, lo único que le quedaba.

Pero el expolio no ha terminado y sigue hasta nuestros días. Porque sigue la explotación, la violación de derechos humanos, los ultrajes a la dignidad humana, la pobreza extrema, el hambre. Se sigue despojando a los pobres de todo, hasta de la esperanza de un cada día más difícil desarrollo.

Perdón, Señor Jesús, que nunca renunciemos a nuestra dignidad de hijos, que nunca toleremos los atentados contra la dignidad humana.

“Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él. Y cuando llegaron al lugar llamado ‘La Calavera’, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda” (Lc 23, 32-33).

La crucifixión era una muerte infamante –basta ver a Jesús entre dos malhechores- y muy dolorosa. Clavado de pies y manos, inmóvil, retorcido de dolor, ante la mirada curiosa y hostil de muchos, el crucificado agonizaba durante horas. La cruz es el signo de los cristianos, el signo con el cual nos identificamos.

Pero también es cierto que no pocas veces hemos convertido la cruz en un honor, una condecoración. Y no estamos con condecoraciones así en un mundo que sigue crucificando a muchos miles de seres humanos, como consecuencia de guerras, de injusticias, de intolerancia. Necesitamos hacer honor a este signo de cristianos y que no crucifiquemos a más seres humanos.

Señor Jesús, que tuviste el gran gesto divino de decir en la cruz esta oración: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Hoy queremos hacer nuestras estas palabras. Y decirte de corazón que no queremos más cruz que la tuya, la de servir, la de ayudar, la de amar hasta el final.