IV DOMINGO DE CUARESMA – CUARESMA 2024

Evangelio del día

Lectura del Santo Evangelio según San Juan

(3, 14-21)

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

Reflexión

En esta época tenemos muchas alergias: a los alimentos, a picaduras, a medicamentos, al polen…Visto este evangelio; quizá tenemos otra alergia: a la luz, porque cuando nos acercamos a ella denuncia nuestras malas obras.

Cuando somos egoístas, violentos y aprovechados; llenamos de oscuridad y dolor la vida de los demás y la nuestra.

Si nos miramos al espejo, vemos que nos pasamos la vida criticando a los demás, haciendo acusaciones generalizadas: “los jóvenes son así…”, “la gente que va a misa es así…” Pero hemos de mirarnos primeramente a nosotros.

“Tanto amó Dios al mundo” que nos envió a su Hijo para salvarlo. Hoy, Jesús, nos ofrece palabras de esperanza. Tomemos su ejemplo y llenos de bondad y generosidad llenemos de luz la vida de los que nos rodean.

En silencio…

Tómate tiempo. Tiempo para conocer tus luces y tus sombras.

  1. ¿Dónde descubro con más facilidad y frecuencia el amor de Dios?
  2. En tu día a día: ¿Actúas desde la luz y la verdad o desde la mentira y la oscuridad?
  3. Lo más importante: “Tanto amó Dios al mundo (a las personas).” ¿En qué se manifiesta este amor de Dios a nosotros? ¿Y cómo podemos corresponderle?
  4.  

Oremos con Jesús a Dios Padre

Señor Jesús, gracias porque, como siempre, tu evangelio nos da luz que ilumina nuestra vida y nos ayuda a caminar en medio de las dificultades de este mundo. Para comprender mejor tu diálogo con Nicodemo, he querido leer desde el principio de tu encuentro con él (Jn 3, 1 ss). Nos hablas a él y a nosotros de “nacer de nuevo”. “El que no nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Y nos lo repites para que quede bien claro: “En verdad, en verdad te digo: El que no nazca de agua y Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.

Gracias, Señor Jesús, porque, a través del bautismo, hemos nacido de agua y de Espíritu, y nos has dado una nueva vida de hijos de Dios. ¿Por qué? Sencillamente por el amor de Dios Padre. “Tanto amó Dios al mundo, a nosotros, que entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el cree en él tenga vida eterna”. Ayúdanos, Señor, a experimentar esta gran verdad de nuestra fe: que nos amas hasta el extremo, a la medida de Dios. Así nos lo dices en el mismo evangelio de San Juan: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1).

Creemos en tu amor. Es la luz de la fe que nos da esperanza para vivir y alienta nuestro corazón para responder con amor. Gracias porque hoy nos dices claramente que no has venido a este mundo para juzgarlo, sino para salvarlo. Creo, Señor, pero aumenta mi fe.

Amén.