DOMINGO 19 DE MAYO -PENTECOSTÉS-

¡JESÚS RESUCITÓ!

¡ÉL VIVE HOY!

Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra de Dios.

Oración

Hoy, domingo de Pentecostés, acogemos el don del Espíritu Santo a la Iglesia. En esta solemnidad litúrgica que cierra el tiempo de Pascua, celebramos el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, bajo el lema: “Laicos por vocación, llamados a la misión”.

Pentecostés es “llamada” y “misión”. La Iglesia es “llamada” y “misión”. Es llamada a todos los fieles bautizados para ser testigos del Señor Resucitado. “Seréis mis testigos…”, nos exhorta el Señor. Esta misión la recibimos todos los bautizados como don del Espíritu y como tarea que nos compromete.

Todos somos corresponsables en la misión evangelizadora de la Iglesia. Todos, como Iglesia del Señor, necesitamos la fuerza del Espíritu Santo para continuar la misma misión de Jesús: “Recibid el Espíritu Santo. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.

Que la eucaristía nos llene del Espíritu de Dios. Que este Espíritu nos transforme para afirmar y confirmar nuestra fe, y nos empuje a vivir como testigos de Jesús y de su evangelio. Para este fin, te lo pedimos, Señor Jesús, con las palabras de la Secuencia de Pentecostés:

Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus Siete Dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

Amén.

ÉL SIGUE VIVO ENTRE NOSOTROS

PRUEBA DE ELLO...

Ángel Olalla Martín

Ángel nació en el Hospital Militar de Burgos y allí fue bautizado el tres de junio de 1970.

Es el mayor de cuatro hermanos varones.

A los 14 años ingresó en el Seminario hasta que a los 25 salió ordenado sacerdote.

Ejerció su ministerio durante un año en nuestra parroquia de San Pedro de la Fuente. Concretamente en el año 2015.

Después, estuvo de director espiritual en el Seminario Diocesano de San José durante seis años.

Desde el año 2022 es el párroco de la Unidad Pastoral del barrio del G-3 cuyas parroquias lo forman: el Hermano san Rafael, Nuestra Señora de las Nieves y Villatoro.

En este tiempo de Pascua en la que celebramos la Resurrección de Jesús, dinos si Jesús es para ti alguien que vive y te relacionas con él. ¿Quién es Jesús para ti?

Jesús es el hijo de Dios, hecho hombre, que nació de la Virgen María.

Es la respuesta que aprendí de niño en el catecismo; pero resume claramente mi experiencia de Jesús: el Dios que se regala en el vientre de María y busca rostro humano compartiendo todas nuestras experiencias. Es el Dios cercano que camina a nuestro lado para que nada humano le sea ajeno.

¿En qué momentos y cómo se manifiesta esa relación con Jesús en tu vida?

El momento central de mi día es la Eucaristía. Es escuchar la palabra de Dios y hacerme uno con Cristo en comunidad.

Mis ratos de oración a través de la liturgia de las horas para prestarle mi voz a la Iglesia que celebra a Jesucristo por mí y mis ratos de plegaria personal para identificarme con el estilo de vida de Jesús.

Y luego tratar de descubrirlo en el rostro de los hermanos, especialmente de los más necesitados.

¿Qué consecuencias tiene en tu vida esta fe o creencia en Jesús que vive?

La primera es la certeza de que estoy hecho para la eternidad y debo prepararme al regalo del cielo. Pero intentando vivir ya el cielo en la tierra.

Después, que el pecado y sus consecuencias han quedado en la cruz, y que Jesús me regala la vida nueva de los resucitados para que aprenda a buscar los bienes de allá arriba.

Por último, una alegría que se convierte en optimismo contagioso aún en medio de dificultades y problemas.

¿Qué le dirías a uno que no cree en esta verdad de fe: no cree que Jesús, como hombre que fue igual que nosotros, resucitó y vive?

Desde luego, la fe es un don que nace por una experiencia y vivencia personal de encuentro con Jesús.

Podría decirle que el sepulcro de Cristo está vacío, que nadie puede encontrar el cadáver de Jesús, y que los discípulos que habían convivido con Jesús tenían la certeza de que el que había colgado del madero de la cruz se les hacía presente ahora vivo. Pero estas razones solamente convencen desde la experiencia vital de Jesucristo.