EL CUARTO REY MAGO

6 de enero: Fiesta de los Reyes Magos. Más bien, fiesta de Epifanía. Es el título que le da la Iglesia en la liturgia del día. ¿Por qué? Porque celebramos la manifestación de Dios a los hombres en la persona de Jesús, el Hijo de Dios encarnado. Y eso significa Epifanía, manifestación.

La luz de la estrella de Belén quiere iluminar la vida de los hombres, no sólo de los que ya conocen la luz de Cristo, sino también de pueblos lejanos representados por los Magos de Oriente, que aún no le conocen. “Las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos; pero sobre ti amanecerá el Señor y su gloria se verá sobre ti. Caminarán los pueblos a tu luz”.  

Los Magos se dejaron guiar por la luz de la estrella, incluso cuando se encontraron con las malas intenciones de Herodes, y se les ocultó la estrella. Pero siguieron buscando, como ejemplo de que no hay que rendirse nunca ante la búsqueda de la verdad. Y la estrella volvió a guiarlos “hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría”.

Dos gestos de los Magos merecen nuestra atención: la adoración y la ofrenda de regalos. Sobre la adoración, dice el evangelio: “Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron”. La adoración sólo se hace ante Dios. Quiere decir que reconocen en el niño Jesús la presencia de Dios. Y sobre la ofrenda, añade el evangelio: “Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”. Por ser tres los regalos, la tradición de la Iglesia ha considerado que eran tres los Magos de Oriente. El simbolismo que encierran los tres regalos está claro. Con palabras del Papa sabio Benedicto XVI, “la tradición de la Iglesia ha visto representados en los tres dones tres aspectos del misterio de Cristo: el oro haría referencia a la realeza de Jesús, el incienso al Hijo de Dios y la mirra al misterio de su Pasión” (La infancia de Jesús, pág. 112).

Reyes que venís por ellas, no busquéis estrellas ya, porque donde el sol está, no tienen luz las estrellas.

Mirando sus luces bellas, no sigáis la vuestra ya, porque donde el sol está, no tienen luz las estrellas.

Aquí parad, que aquí está quien luz a los cielos da: Dios es el puerto más cierto, y si habéis hallado puerto, no busquéis estrellas ya.

No busquéis la estrella ahora: que su luz ha oscurecido este Sol recién nacido en esta Virgen Aurora.

Ya no hallaréis luz en ellas, el Niño os alumbra ya, porque donde el sol está, no tienen luz las estrellas.

Oh Dios, Padre bueno, te damos gracias porque hoy has revelado en Cristo,tu Hijo, para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación; y al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal –Epifanía- nos renovaste con la gloria de su inmortalidad.

EL CUARTO REY MAGO:

Hay una leyenda que, sin ser parte de la Revelación, nos enseña lo que Dios espera de nosotros.

Se cuenta que había un cuarto Rey Mago, que también vio brillar la estrella sobre Belén y decidió seguirla. Como regalo pensaba ofrecerle al Niño un cofre lleno de perlas preciosas. Sin embargo, en su camino se fue encontrando con diversas personas que iban solicitando de su ayuda.

Este Rey Mago las atendía con alegría y diligencia, e iba dejándoles una perla a cada uno. Pero eso fue retrasando su llegada y vaciando su cofre. Encontró muchos pobres, enfermos, encarcelados y miserables, y no podía dejarlos desatendidos. Se quedaba con ellos el tiempo necesario para aliviarles sus penas y luego proseguía su marcha, que nuevamente era interrumpida por otro desvalido.

Sucedió que cuando por fin llegó a Belén, ya no estaban los otros Magos y el Niño había huido con sus padres hacia Egipto, pues el Rey Herodes quería matarlo. El Rey Mago siguió buscándolo, ya sin la estrella que antes lo guiaba.

Buscó y buscó y buscó… y dicen que estuvo más de treinta años recorriendo la tierra, buscando al Niño y ayudando a los necesitados. Hasta que un día llegó a Jerusalén justo en el momento que la multitud enfurecida pedía la muerte de un pobre hombre. Mirándolo, reconoció en sus ojos algo familiar. Entre el dolor, la sangre y el sufrimiento, podía ver en sus ojos el brillo de aquella estrella. Aquel miserable que estaba siendo ajusticiado era el Niño que por tanto tiempo había buscado.

La tristeza llenó su corazón, ya viejo y cansado por el tiempo. Aunque aún guardaba una perla en su bolsa, ya era demasiado tarde para ofrecérsela al Niño que ahora, convertido en hombre, colgaba de una Cruz. Había fallado en su misión. Y sin tener a dónde más ir, se quedó en Jerusalén para esperar que llegara su muerte.

Apenas habían pasado tres días cuando una luz aún más brillante que mil estrellas llenó su habitación. ¡Era el Resucitado que venía a su encuentro! El Rey Mago, cayendo de rodillas ante Él, tomó la perla que le quedaba y extendió su mano mientras hacía una reverencia. Jesús le tomó tiernamente y le dijo:

“Tú no fracasaste. Al contrario, me encontraste durante toda tu vida. Yo estaba desnudo, y me vestiste. Yo tuve hambre, y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber. Estuve preso, y me visitaste. Pues yo estaba en todos los pobres que atendiste en tu camino. ¡Muchas gracias por tantos regalos de amor! Ahora estarás conmigo para siempre, pues el Cielo es tu recompensa.”

La historia no requiere explicación… nosotros somos el cuarto Rey Mago y Jesús espera que le encontremos en cada persona necesitada que se cruce en nuestro camino… Mañana termina el tiempo litúrgico de la Navidad… pero deseo que la Epifanía –Dios que se manifiesta en Jesús y Jesús que se manifiesta en el prójimo-ese encuentro con Jesús que vive en cada hermano y hermana que sufre, nos acompañe durante todos los días de este año que ha comenzado.

PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:

  1. Estos días de Navidad, en los textos de la liturgia, aparece constantemente la alegría. En el evangelio de hoy, “al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría”; en la misa de Nochebuena “una luz les brilló, acreciste la alegría, aumentaste el gozo”; y también “os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo”. Pregunta: ¿En qué sentido vivir nuestra fe de verdad es motivo de alegría? Vivir la religión ¿nos ayuda a ser felices?
  2. A la luz de la reflexión anterior sobre la fiesta de Epifanía ¿qué tendríamos que corregir en todo lo referente a los Reyes Magos, los regalos y todo el entorno comercial que acompaña a esta fiesta?
  3. “Le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.¿Cuáles pueden ser nuestros regalos que más agraden a Dios?