¡Gracias por tu sí!

El sábado 16 de septiembre, uno de nuestros sacerdotes, D. Ricardo Puente; celebró sus Bodas de Oro Sacerdotales en su pueblo, Isar. 

En esta localidad de donde es originario, celebró su primera Eucaristía y ahora 50 años más tarde conmemoró tal acontecimiento.

La celebración estuvo precedida por un toque de campanas que invitó a los vecinos de dicho pueblo a acercarse hasta la Iglesia parroquial de San Martín para acompañar a D. Ricardo.

Durante la Eucaristía no estuvo solo; fue acompañado por cuatro sacerdotes; D. Óscar Aparicio, carmelita y profesor de la Facultad de Teología, D. Gabriel Moreno, párroco de San Pedro de la Fuente, D. Javier M. Moradillo, misionero en Centroamérica y D. Fernando Susaeta, profesor de la Facultad de Teología.

Además de por toda su familia; quienes participaron durante la misa leyendo las lecturas; amigos y vecinos del pueblo.

El coro parroquial, amenizó el acto con los cantos apropiados para tal evento.

Una vez concluida la Eucaristía, se invitó a todos los asistentes que así lo desearan a compartir un aperitivo e intercambiar experiencias.

Cincuenta años de sacerdote dan para mucho; media vida entregada al Señor.

Robándole un ratito; hemos estado con D. Ricardo para que nos cuente desde dentro lo que ha significado para él, todo este tiempo de sacerdote.

Ricardo Puente García

¿Nos puede contar por qué se hizo sacerdote?

Es una pregunta que no tiene una respuesta sencilla, porque sin duda han influido no pocos factores en esta decisión. 

A los 11-12 años estuve a punto de ir a un colegio interno de maristas. Al final, el cura de mi pueblo inclinó la balanza a que fuera al Seminario. Allí estuve los primeros años de formación. 

Entre los 15 y 20 años, muchos compañeros dejaron el seminario. Yo me sentía a gusto en él y continué hasta estudiar los 3 años de filosofía y los 4 de teología. Ese sentirme a gusto era una señal de que Dios había sembrado dentro de mí la vocación sacerdotal. 

Y a los 24 años, con la aprobación de los formadores del Seminario, fui ordenado sacerdote. Desde el principio pude constatar que es una vocación en la que Dios pone lo más importante, la llamada interior con su gracia para la misión que se me encomienda. Al mismo tiempo se me pide como respuesta poner los medios para vivir de acuerdo con la vocación a la que Dios me llama.

¿Cuál es el recuerdo más especial que tiene del día de su ordenación?

Viendo las fotos de aquellos días, me han venido muchos recuerdos. 

Quiero destacar dos momentos: uno, cuando el obispo unge mis manos con el santo Crisma y a continuación recuerdo que me impresionó mucho el imponer mis manos sobre el pan y vino en el momento de la consagración. Y otro recuerdo muy especial fue el dar la comunión a mis padres en mi primera misa en Isar.

¿Cuáles han sido sus ocupaciones como sacerdote a lo largo de estos 50 años?

A nosotros, sacerdotes de una diócesis, es el obispo quien nos destina a la misión que hemos de cumplir. 

En mi caso, primero fue Belorado y tres pueblos cercanos. Eran mis primeros años como sacerdote, con mucha dedicación y mayor ilusión. Recientemente he podido comprobar cómo lo recuerdan los que entonces eran chavales de clase de religión y jóvenes del grupo parroquial. 

Después, dos años de formador en el Seminario; una experiencia especial muy distinta de la pastoral directa con la gente. 

Otro momento importante en mi vida, fueron los tres años de estudios en Roma, de 1980 a 1983. Es una experiencia que te abre a nuevos horizontes y sobre todo se vive la universalidad de la Iglesia. Roma, con el Vaticano en medio, impacta. Y más si ocurren hechos como el atentado a muerte del Papa Juan Pablo II el 13-5-1981. 

Pero lo que más me ha marcado en mi vida de sacerdote son los 28 años que he vivido en la parroquia de San Nicolás de Bari de Miranda de Ebro. Puedo decir con toda verdad que es mi segundo pueblo, después de Isar, mi pueblo de nacimiento. Son tantas las personas y las familias con las que he compartido momentos importantes de su vida: bautismo, comunión, bodas, entierros… Alegrías y tristezas, gozos y esperanzas, nos han unido en muchos momentos de la vida y me siento por ello como de una misma familia.  

¿Qué le gustaría decir a la gente, sobre todo a los jóvenes, sobre su vida? y si alguno tiene la duda de orientar su vida por esta vocación sacerdotal, ¿qué le diría?

Me gustaría decirles que no tengan miedo en creer de verdad en Jesucristo, que su mensaje del evangelio es un mensaje de alegría, de paz y de amor. Y que merece la pena seguirle sin complejos a pesar de que hoy supone vivir a contracorriente. 

La cultura dominante es muy poderosa y arrastra en otro sentido. Pero convenzámonos de que Dios quiere nuestro bien, quiere que vivamos alegres, contentos. Si el amor es el distintivo del cristiano, la alegría y la paz son el fruto del amor.

Por último, para aquellos que sienten alguna inclinación por la vida del sacerdote, les diría también que no tengan miedo, que se dejen acompañar por alguien experimentado para comprobar si hay o no verdadera vocación sacerdotal. Y una vez asegurados, que den el paso y verán que es verdad aquello que nos dice Jesús en el evangelio: “el ciento por uno en esta vida y después la vida eterna”.

¿Nos puede decir también sus hobbies o aficiones personales?

Una palabra sobre mis hobbies; fue precisamente en Miranda donde viví con verdadera afición el deporte del tenis –formé parte del club de tenis- y la natación que sigo practicando en Burgos. También la música clásica; era socio del Ateneo. Y, por supuesto los viajes a fin de curso por distintos países, empezando, claro está, por Tierra Santa.

Después de 50 años de sacerdote ¿Cómo se siente? ¿a qué conclusiones ha llegado?

Puedo decir con toda verdad que me siento bien. Estoy contento en la parroquia de San Pedro de la Fuente y como capellán de las monjas Agustinas. Hay un buen grupo de catequistas. Se ha puesto en marcha un equipo de liturgia. Hemos comenzado el curso pasado a reunirnos un grupo de oración según la Lectio Divina. 

No obstante, todos nos damos cuenta de que queda mucho por hacer en cuanto a dar a conocer a Jesucristo y acercar su evangelio a las personas y familias de nuestro barrio. 

La descristianización actual no me desanima. Es más bien un aliciente que me interpela y anima en mi labor sacerdotal. 

Después de 50 años de sacerdote, me atrevo a decir que sigo aprendiendo a ser cura de parroquia. Celebrando todos los días la eucaristía, puedo decir que me resulta siempre nueva. El misterio que celebramos en la misa no puede menos de provocar nuestro asombro ante la presencia de Jesucristo muerto y resucitado. 

Ahora que he tenido el gusto e interés de visitar con gente de la parroquia los lugares más importantes de Tierra Santa, me atrevo a decir que las palabras del evangelio contienen una verdad que vale para siempre y el misterio de la Eucaristía es tan real como el que Jesús celebró en el Cenáculo con sus discípulos.

"Desde hoy tienes un amigo sacerdote para siempre al servicio de Dios y de los hombres." Ricardo Puente García. (21/10/1973)

¿Qué significa para usted celebrar estos 50 años de sacerdote?

Significa en primer lugar agradecer a Dios la vocación sacerdotal y haber vivido todos estos años con la ayuda de su gracia colaborando en la misión de la Iglesia en el mundo. Es buen momento para dar gracias a Dios.

Significa también poder comprobar con alegría, y en muchos casos con emoción, lo mucho que me sigue queriendo la gente con la que he trabajado en los diversos destinos que he tenido. Estos días he vivido muchos encuentros gozosos en los que la emoción ha estado presente.

Por último, quiero añadir que esta celebración del 50º aniversario de mi ordenación sacerdotal ha suscitado en mí verdaderas ganas de seguir trabajando pastoralmente, como estoy haciendo ahora en nuestra parroquia de San Pedro de la Fuente, mientras Dios me de salud.

El domingo 8 de octubre tendrá lugar en nuestra parroquia de San Pedro de la Fuente una celebración similar.

Se nos invita a participar en la misa de la 13:00h. para festejar tan entrañable acontecimiento. 

Ricardo

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