SUEÑO COMPARTIDO

Contagiando el sueño o mejor, para evitar la tentación de que nadie se adormile, vamos a llamarlo esperanza. Sí, mejor contagiando esperanza.

Esperanza que fortalezca las manos débiles y afiance las rodillas vacilantes; que infunda ánimo en los desalentados y espante todo atisbo de depresión. Esperanza que ayude a mirar, con paciencia, por encima de los fallos; evitando quejarnos –cuando no acusarnos- los unos a los otros.

Esperanza apoyada en los milagros que, a diario, vemos en cuantos saben descubrir el rostro de Dios en cada persona con la que tratan y ayudan; en cada persona que refleja la luz de Dios en su rostro.

Señor, me he planteado ser buen anfitrión.

Quiero esforzarme porque te sientas a gusto conmigo,

¿Qué te gusta? ¿Hay algo que prefieras?¿Qué puedo hacer por ti?

Estoy dispuesto a todo, por eso me pongo en tus manos.

¡Dispón de mi!