IV DOMINGO DE CUARESMA ‘CUARESMA 2025’

Evangelio del día

Lectura del SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN Lucas

(15, 1-3. 11-32)

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».

Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.

Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.

El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Palabra de Dios.

Reflexión

La historia del hijo pródigo es un espejo de nuestras propias vidas.

Todos hemos experimentado momentos de alejamiento de Dios, de desobediencia y de búsqueda de la felicidad en cosas que no nos pueden satisfacer.

La parábola nos recuerda que Dios siempre está dispuesto a recibirnos de vuelta, con amor y perdón, sin importar nuestros errores.

Perdonar a los demás es un regalo que nos damos a nosotros mismos y a ellos.

No importa cuán lejos nos hayamos alejado, siempre podemos volver a casa. Dios nos espera con los brazos abiertos, listo para restaurar nuestra relación con Él y darnos una nueva vida.

Preguntas

Este domingo la Palabra de Dios nos ofrece la posibilidad de contemplar la parábola del hijo pródigo, que más bien puede llamarse del Padre misericordioso.

Nos hacemos tres preguntas que corresponden a los tres protagonistas de la parábola.

No olvidemos lo más importante: la figura del Padre pone de manifiesto cómo es Dios, tal como nos lo revela Jesucristo.

  1. El primero es el hijo menor (sección Lc 15, 11-19). Nos preguntamos: ¿Qué le llevó a una degradación tan grande como persona? Pasó de vivir muy bien en casa de su padre a sufrir hambre y cuidar cerdos, oficio despreciable, pues eran considerados animales impuros. ¿Tiene algo que ver con eso que hoy se lleva tanto de “vivir cada uno a su capricho” y “buscar el placer por encima de todo”?
  2. El protagonista más importante es el Padre misericordioso (sección Lc 15, 20-24). Nos preguntamos: ¿Qué le movió al Padre salir en búsqueda de su hijo? ¿Por qué “se le conmovieron las entrañas” y no le hizo el más mínimo reproche, sino al contrario, preparó un banquete para festejarlo?
  3. El tercer protagonista es el hijo mayor que suele pasar inadvertido (sección Lc 15, 25-32). Ante él nos preguntamos: ¿Por qué le sentó tan mal la fiesta organizada por su Padre para recibir al hijo menor que es su hermano? ¿Quiénes están representados en el comportamiento de este hijo mayor?

Te damos gracias, Señor Jesús, porque en esta parábola nos enseñas cómo es Dios, tu Padre celestial, que es también nuestro Padre Dios.

Gracias, Señor y Padre nuestro, porque tu misericordia es infinita y siempre estás dispuesto a perdonarnos. No nos dejes al arbitrio de nuestros caprichos porque ese modo de vida degrada nuestra condición humana.

En todo caso en el hijo menor nos enseñas sobre todo el camino de la conversión, la vuelta a la casa del Padre y la posibilidad de reconciliarnos con Dios, con nosotros mismos y con nuestros hermanos.

Gracias, Señor Jesús, porque en el sacramento del perdón nos otorgas el abrazo del Padre y el gozo de la reconciliación.

Señor Jesús, también nos enseñas en esta parábola otra lección muy importante para nuestra convivencia humana. Muestras la misericordia del Padre para que también nosotros seamos misericordiosos. “Sed misericordiosos como vuestro Padre Dios es misericordioso”.

Contemplando tu amor de Padre con los dos hijos, también con el mayor, algo se nos pegará. Y podremos perdonar como tú nos personas, y no juzgar para no ser juzgados. Danos, Señor, un corazón nuevo para poder amar como tú amas.

 Amen.