V DOMINGO DE CUARESMA – CUARESMA 2024

Evangelio del día

Lectura del Santo Evangelio según San Juan

(12, 20-33)

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
«Señor, queremos ver a Jesús».
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó:
«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará.
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre».
Entonces vino una voz del cielo:
«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».
La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo:
«Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

Reflexión

Jesús se acerca a Jerusalén y siente, y sabe, que está cercana su muerte en la Cruz. Su corazón se desborda y salen fuera sus sentimientos: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.

Para conseguir cosas importantes en la vida hay que darlo todo, como los atletas que entrenan todos los días para conseguir una medalla, hay que morir como el grano.

Son palabras duras, que nos cuesta escuchar ya que no hemos sido educados en la renuncia sino más bien en el capricho y en la satisfacción de todos nuestros deseos.

Jesús es el grano que se entrega y que se desvive por los demás. “Jesús prepara mi corazón para dar mucho fruto”.

En silencio…

  1. ¿Qué estamos llamados a sembrar en nuestra vida para dar fruto?
  2. ¿Cuáles son los frutos que me gustaría aportar en mi convivencia con los demás?
  3. ¿Qué estoy dispuesto a dejar o a qué he de morir para seguir más de cerca a Jesús y ser mejor cristiano?

Oremos con Jesús a Dios Padre

Señor Jesús, nos vamos acercando a la celebración del misterio de tu Muerte y Resurrección. Tus palabras en el evangelio son al mismo tiempo luz que alumbra este misterio y luz que ilumina nuestra vida.

“Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre”. Ser glorificado es pasar de la pasión a la gloria del Padre, de la muerte a la vida de Resucitado. Gracias, Señor Jesús, porque también nosotros estamos llamados a ser glorificados. “Padre, glorifica tu nombre. Y vino una voz del cielo: ‘Lo he glorificado y volveré a glorificarlo’”.

El misterio se ilumina con más claridad a la luz de esta parábola: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Gracias, Jesús, porque esta lección de vida nos la has enseñado no sólo con tus palabras, sino sobre todo con tu vida. Tú eres el grano de trigo sembrado bajo el surco que, muriendo, has hecho germinar una nueva espiga con tu resurrección y nos has capacitado para vivir una nueva vida de hijos de Dios y de hermanos entre nosotros. Vida que comienza aquí y llega a su plenitud en la vida eterna.

Otra forma de iluminar este misterio de tu muerte y resurrección es lo que yo llamo la “paradoja del evangelio”: “El que se ama a sí mismo, se pierde; y el que sabe perder de sí mismo en este mundo, salva su vida para siempre”. Paradoja que es una constante de tu evangelio. Enséñame, Señor, que esto no es un juego de palabras, sino una verdad muy real en la vida de todos los seres humanos. El que busca egoístamente salvar su vida para sí, la pierde. En cambio, el que desgasta su vida por los demás, la salva; y encuentra el verdadero sentido a su vida.

Quiero, Señor Jesús, meditar esta verdad de vida a la luz de tu Palabra y de tu vida.

Amén.