Señor Jesús, en este domingo V de Pascua nos muestras en tu Palabra del Evangelio la necesidad de estar unidos a ti para dar fruto en nuestra vida cristiana. Con este fin utilizas una imagen muy expresiva: la vid y los sarmientos. Ayúdanos, Señor, con la fuerza de tu Espíritu, no sólo a entender, sino a interiorizar esta verdad de nuestra fe: sólo unidos a ti, podemos dar buenos frutos en nuestra vida. Como el sarmiento: sólo unido a la vid, puede dar fruto.
Señor Jesús, comienzas tu evangelio de hoy con una expresión muy propia de ti, “Yo soy”, y muy conocida en nuestra tierra de vinos, “soy la vid”. Muchas veces nos has dicho en tu evangelio “Yo soy” para mostrar tu identidad: “Yo soy el Buen Pastor”, “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, “Yo soy el pan de vida, el pan vivo bajado del cielo”, “Yo soy la resurrección y la vida”, “Yo soy la luz del mundo”, “Yo y el Padre somos uno”, “Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que ‘Yo soy’” (Jn 8, 28). Y hoy, con esta expresión de identidad, nos dices: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador”. Y para dejar bien clara nuestra implicación en esta imagen: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”.
Señor Jesús, gracias por mostrarnos la necesidad que tenemos de estar unidos a ti: “El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí, no podéis hacer nada”. Nos lo dejas bien claro en este texto: “Como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí”. Hasta siete veces usas la palabra “permanecer” en este breve evangelio de hoy. Quieres decirnos y repetirnos que nos mentalicemos bien de esta verdad: “Sin mí, no podéis hacer nada”.
Y ¿qué hemos de hacer para permanecer unidos a ti? Nos lo dice la 2ª lectura de hoy: “Éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó”. Fe en ti, Jesús, y amor de unos a otros. Aquí está dicho todo: la síntesis de nuestra vida cristiana, fe y amor. Por eso añades al final del evangelio: “Quien guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio”. Es decir: Dios nos concede el Espíritu Santo para poder creer en Jesucristo y amar de verdad al prójimo. Así Dios permanece en nosotros y estamos unidos a Jesucristo. Así daremos fruto en abundancia. Gracias, Señor Jesús.
Amén.